Como cada año, en el transcurso interminable de mi lista descubro flecos mal cortados. A veces basta con re-ordenar el flow antes de publicarlo, otras con hacer un simple comentario, a veces me doy cuenta de cosas pero me quedo calladito y no se entera nadie.
Casi siempre acabo haciendo mención de honor a algún disco que entra a destiempo en lo mejor del año. ¡Y este es el nº 00!
No estoy diciendo que Ben Frost haya grabado el mejor disco del año. De hecho la mayoría de vosotros no podréis soportar ni 5 minutos de esta música del infierno, pero yo me siento soberana y profundamente cautivado por el paso adelante que ha dado este... llamémosle Indiana Jones del sonido (por no encontrar algo más cutre).
Mayormente, la sensación inicial es de que a este tío se le ha ido la olla completamente, pero hay algo de hermoso en este ruido que va más allá de los chalados que hacen música experimental para 30 personas en el desván de sus casas (conste que esta vez no me estoy metiendo con los Fuck Buttons).
Ben Frost podría ser el primero que ha sabido llevar el ruido insufrible a su lado más pop ¡y lo digo en serio! Escuchar By The Throat es una experiencia disfrutable a un nivel masivo. Vale que si te lo pones por la noche igual te cagas de miedo, pero los que nos flipábamos con las barrabasadas de Mogwai, Nine Inch Nails y My Bloody Valentine tenemos el siguiente capítulo de placer sonoro en nuestras manos.
Una auténtica obra orgánica y trascendental que va más allá de los límites de la música para entrar en caminos antes sólo transitados por la pintura y la escultura.
¿Exagero? Puede que simplemente me esté quedando sordo y ya no sé ni lo que oigo, pero el que sea capaz de escuchar By The Throat con unos cascos y decirme que no es una experiencia única es que... bueno supongo que si no sientes nada escuchando a Frost o eres una persona insensible o una de esas que ya está de vuelta de todo.